Querido diario:
Sí,
te estoy escribiendo, el mundo no se acabó y el Skylab ya no es una amenza para
la humanidad. Qué contenta estoy. Pero no te creas que se solucionó así y ya
está, qué va, que al final hubo tema.
Después
de una intranquila y agitada siesta, la Eva siguió haciendo preguntas sobre el
Skylab y los efectos devastadores de su caída al planeta Tierra: que si era más
grande que su colegio, que si era americano por qué caía en España y no en su
país, que a lo mejor se iría solo para su casa y caía allí, en Nueva York, que
a lo mejor si estamos atentos, lo podemos ver venir y apartarnos a tiempo, que
ella vigila, si la dejan… y así hasta que la mamá le dijo que parara ya con el
dichoso Skylab, que la estaba volviendo loca, y ella obedeció, porque obediente
es un rato largo, solo que entonces se puso a hacer preguntas sobre el cielo y
el infierno: que qué hay que hacer para ir al cielo, que si te pueden mandar al
infierno por equivocación, que si los demonios pueden robar niños del cielo y
llevarlos al infierno, que si era muy buena y se portaba muy bien desde ahora
mismo hasta que viniera el Skylab y nos matara a todos aún le daba tiempo a ir
al cielo… Obsesionada perdida. Se ve que viendo la muerte tan cerca quería
asegurarse de ir al mejor de los sitios posibles dadas las circunstancias. La
Maribel se reía de ella y le decía que si te mueres con seis años ya te quedas
chica para toda la eternidad, no crecerás nunca y serás una niña por siempre, y
la Eva se angustiaba todavía más y le decía que no, que eso no podía ser,
porque ella lo que más quiere en el mundo es crecer y ser mayor para irse a
vivir con la Elena las dos juntas a un apartamento, porque van a ser detectives
privados como Los ángeles de Charly, que lo tienen las dos planeado, ya lo han
hablado, y si se queda niña para siempre eso ya no puede ser. En cambio a la
Carmencita, aunque no quiere morirse, esta parte le pareció muy bien y ya no le
importaba tanto que el Skylab nos matara a todos en un rato más, porque ella no
quiere crecer y quiere ser una niña siempre para estar con su papá y su mamá y
no separarse jamás de ellos. Lo dice de verdad, pero también es un poquillo
pelotillera, las cosas como son, porque la mamá se derrite cuando la Carmencita
le dice eso con una vocecilla tierna, que es su favorita y no le importa
decirlo, porque dice que es la que más la quiere de las tres, y la más buena y
la que menos problemas le da. Y es verdad.
Con
este ambiente tan denso la mamá las mandó bien pronto a tomar viento fresco,
literalmente, que en cuanto empezó a refrescar las echó a la calle a ver si
jugando se olvidaban del tema, lo cual, como te imaginarás, fue imposible,
porque todos los niños ya se habían enterado de la noticia y se pusieron a
hablar de lo mismo, es más, algunos tenían información nueva y confidencial que
solo habían dado las noticias en sus respectivas casas, así supimos que el
Skylab iba a caer con toda seguridad en el barrio, ya era inevitable, y que de
todas formas, al estrellarse se iba a liberar un virus espacial superpoderoso
que mataría a toda la humanidad, con lo que no sacabas nada con librarte del
impacto, porque igual te ibas a contaminar y el virus te iba a matar fijo, pero
otro dijo que no, que en realidad el Skylab era una nave espacial y que venía
llena de extraterrestres que iban a invadir la tierra y a acabar con toda la
especie humana pero esto no se informaba para no asustar al mundo, y otro dijo
que no, que el telediario en su casa había dicho que al estrellarse la estación
espacial haría el efecto de una superbomba y la Tierra saltaría en pedazos, con
lo que moriríamos todos y desaparecería el planeta…
Cada
nueva noticia generaba una serie de grititos histéricos y carreras locas de
idas y venidas para todos lados y ninguna parte, la Eva y la Elena se abrazaban
para despedirse y se decían sus últimas voluntades, los demás también, y así un
buen rato hasta que empezaron a aburrirse de hacer lo mismo una y otra vez y a
preguntarse si jugaban a otra cosa, momento justo en que bajó la Marisol. Qué
mal momento. La Marisol es una niña muy mona, que tiene hermanos muy mayores y
ella es la mimada de la casa, y por eso, no le habían dicho y no sabía nada ni
había oído hablar jamás en su corta vida del Skylab ni de que la tierra fuera
algo que se pudiera destruir ni mucho menos estar bajo amenaza espacial alguna.
Ella bajó tan feliz de la siesta, a jugar un ratito como cualquier otro día
cuando, de repente y sin avisar, se le vino encima una avalancha de niños que,
al darse cuenta de que no sabía nada de nada ni estaba enterada del inminente
fin del mundo y de nuestro barrio con él, hicieron su mejor esfuerzo y pusieron
todo su empeño en informarla sin que se le escapara nada de todos y cada uno de
los detalles de la tragedia que se cernía sobre nuestras cabezas.
Sí,
todos a la vez, de golpe, un montón de bocas a su alrededor que decían cosas
como: bola de fuego – vamos a morir – va a caer aquí – vamos a morir -
explosión – vamos a morir – virus – vamos a morir – extraterrestres – vamos a
morir – la tierra en pedazos – vamos a morir y nuestros papás también...
Imagínate
a la Marisol con su lacito en el pelo y su vestidito de vuelo, con los ojos
abiertos de par en par, muy seria, las dos manitas cogidas muy apretadas sobre
el pecho, mirando ahora para acá ahora para allá, según quien le hablaba en
cada momento, escuchando casi sin respirar todo este torrente de información
que le caía encima de golpe y sin avisar y tratando de digerir en dos minutos
lo que los demás habían ido sabiendo poco a poco a lo largo del día: que le
quedaban apenas unas horas de vida, a ella y a su familia, antes de enfrentarse
a una muerte segura y a la destrucción del mundo.
Pues
se atacó. Pobrecilla. No estaba preparada para esta situación. De repente se
puso a hipar bajito, la boquita se le torció como en una tosesita breve, que
fue subiendo de intensidad, cada vez más, cada vez más, hasta que hipido y
tosesilla estallaron en un llanto violento y convulso y la Marisol escapó
corriendo y sollozando a gritos para su casa.
Aunque
te cueste creerlo, los niños no esperaban esa reacción, y se quedaron con la
boca abierta y cara de pasmo cuando vieron a la Marisol salir corriendo y
llorando en lugar de interesarse por el tema y seguir preguntándoles hasta
conocer todos los detalles del evento, como habían hecho ellos.
Otros,
los más grandes, trataron de detenerla sin éxito, por consolarla y, sobre todo,
porque se dieron cuenta de la que se les venía encima. Y se les venía encima
nada más y nada menos que la mamá de la Marisol, que apareció cinco minutos
después con el moño en alto y las manos en la cintura y no quieras saber lo que
soltó por su boca: que qué le habían dicho a su niña, que no había modo de
calmarla, que eso no se hace, meterle miedo de esa manera a una criatura, que a
ver si era verdad que el Skylab caía en el barrio y se los llevaba a todos por
delante, que eso nos merecíamos por hacer llorar a su niña, que todo el día
ocultándole el tema para que al final estos cafres la hicieran pasar un mal
rato, y que éramos una panda de maleducados, delincuentes, descerebrados y no
sé cuantas cosas más que se le ocurrió decir. Y los niños mientras allí
apiñados, delante de ella, con las orejas gachas y sin decir ni mu, aguantando
el chaparrón, que nadie se atrevía ni a levantar la vista, porque a los mayores
no se les contesta y hay que respetarlos, y ella despotricando hasta que se
aburrió y volvió a su casa, a darle una tila a la chiquilla a ver si se le
pasaba el sofocón.
Ayer
toda la vida del barrio giró en torno al Skylab.
Y
la noche igual, muy tensa. Desde el estante de los juguetes oíamos los rezos en
el altillo del armario, D.ª Rogelia y el Portal de Belén en pleno la han pasado
rezando el rosario para que se produjera un milagro, y parece que surtió
efecto, porque en la mañana supimos que el Skylab había caído en un desierto de
Australia, que es un país enorme que parece que está debajo mismo de nosotros.
Más lejos imposible. Y no mató a nadie. Qué alivio.
Y
hace una luminosa y tranquila mañana de verano, la mamá limpia la casa, la
Maribel fue a hacer la compra y la Eva y la Carmencita están jugando a las
cartas de Heidi sentadas en el suelo de la terraza, junto a las macetas de
aspidistras y helechos, antes de que apriete el calor y tengan que entrarse.
Y
nadie se ha acordado ni ha mencionado al Skylab.
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