miércoles, 24 de mayo de 2017

Diario de una Nancy de los 70












Querido diario:
Por primera vez desde que llegué, la Eva hoy no me ha hecho mucho caso. Y no es que me haya dejado de querer, qué va. Todo tiene su explicación.
En la mañana la Eva y la Carmencita se pusieron a jugar con la cocinita a que eran las mamás y nos hacían la comida a la Core y a mí. Me encanta la cocinita. Tiene su frigorífico y armarios con sus puertecitas que se abren y cierran, y un fregadero y una cocina con su horno, platitos y cucharitas muy pequeños y una ventana pintada sobre el fregadero, con sus cortinas y flores pintadas también. Es muy bonita. Se produjo un pequeño momento de tensión cuando la Carmencita fue a sacar un pollo imaginario del frigorífico para nuestro almuerzo y se quedó con la puerta en la mano, el juego se interrumpió por unos momentos y casi entran en pánico las dos al pensar que ya se les había roto para siempre su cocinita, pero la Maribel puso la puerta otra vez, quedó como nueva y seguimos jugando tan contentas.
Lo estábamos pasando muy bien cuando llegó la mamá de hacer la compra y les traía una sorpresa: un Samba para cada una. El Samba es una chocolatina por la que se pirran las tres pero muy pocas veces la comen porque la mamá dice que eso son galguerías y que hay que comer lentejas y cocido y comida de verdad y no esas cosas, y por eso no les compra nunca, pero hoy sí lo hizo. Así que las niñas se pusieron muy contentas. Pero aún trajo algo más, y este fue el motivo de la distracción de la Eva. Después de darles el Samba se volvió para la Eva y le dijo: “Toma, esto me lo ha dado la vecina para ti, que te los presta”. “Esto” eran un montón de tebeos de Mortadelo y Filemón, pero de los gordos, de los especiales que traen más páginas e historietas más largas. La Eva casi se cae de espaldas de la impresión, porque no se lo esperaba. Sus ojos se abrieron como platos al tiempo que exclamaba: “¡Tebeos!”. Y, rápida como el rayo, le quitó el montón de las manos a la mamá y se fue corriendo al sofá, donde se sentó y se puso a leer el primero con el montón al lado. Y nos dejó plantadas a mitad del juego, sin decir ni adiós, a mí, a la Core y a una acongojada Carmencita que empezó a hacer pucheros al verse tan repentinamente abandonada. Yo quiero mucho a la Eva, pero eso estuvo feo. Si hasta la mamá le dijo: “pero sigue jugando con tu hermana, ya los leerás después”. Pero nada, la Eva ya no oía ni estaba en este mundo, y no le insistieron más, ya la conocen.
Y es que resulta que a la Eva lo que más le gusta en el mundo, después de mi, son los cuentos de hadas y los tebeos. Los de Mortadelo y Filemón son sus favoritos, pero también los de Lily, y Esther y su mundo y Zipi y Zape, y muchos más, y siempre anda pidiendo que le compren uno, o los pide prestados a los vecinos y a otros niños, que se los dejan porque saben que ella los cuida y los devuelve igual que se los prestaron. Le gustan tanto que cuando tiene un cuento o un tebeo no hace otra cosa hasta que termina de leerlo, y no juega en casa, ni con las muñecas, ni sale a jugar a la calle, hasta tal punto que su mamá le dice que está obsoseída con la lectura. Sí, “obsoseída”, una extraña palabra que la mamá usa frecuentemente pero nadie sabe muy bien qué significa ni viene en diccionario alguno, pero de tanto decirla y por el contexto, las niñas y yo dedujimos que es una combinación entre obsesionada y poseída y que viene a significar que le gusta mucho leer pero que ya es tanto que no es ni sano ni normal porque no lo puede controlar y es superior a su propia voluntad y los libros y los tebeos la dominan. Algo así suena, más o menos.
Y yo no estoy triste por eso, qué va, lo acepto nada más, cada una también puede tener su vida y hacer otras cosas, no es necesario que andemos siempre pegadas la una a la otra, sería una relación muy asfixiante. No, es mejor así.
La mamá se llevó a la Carmencita, que se puso a pintar en la cocina, y a nosotras nos devolvieron al estante de los juguetes. Lo malo es que el juego se interrumpió tan bruscamente que la Core y yo quedamos con unas pintas horribles, con telas anudadas y reliadas por el cuerpo y el pelo todo escardado alborotado, y con una cinta en la cabeza a lo Bjorn Borg que, junto con la vestimenta y el despeluque, me hacía parecer un indio sioux.  
Hecha una facha, vamos.
Yo, de verdad, yo a la Eva la quiero mucho, pero menos mal que va a ser detective privado, porque como estilista no se gana la vida, sinceramente, le gustarán mucho las telas, pero aptitudes no tiene, fijo que no. A ver si crece y coge un poco de criterio y en vez de tanto Mortadelo y Filemón mira también el Burda y otras revistas de moda, aunque sea de vez en cuando, a ver si se le pega algo, porque si no, en tema atuendo me veo un futuro negrísimo, todo el día con pingajos, que me miro a mí y miro mi catálogo de mis modelitos y me entra una nostalgia… Qué depresión.
Menos mal que la Core andaba en las mismas y se solidarizó conmigo. Ella es muy simpática, tiene muy buen carácter. Precisamente estábamos comentando lo sucedido cuando llegó la Lesly, de punta en blanco, como siempre, pero con una cara de dolorosa que se la pisaba, que enseguida se la notamos, hasta las lágrimas saltadas traía. Y cuando le preguntamos qué le pasaba se soltó a llorar muy afligida y con mucho sentimiento, y nosotras “¿Lesly qué te pasa? Pero cuéntanos, chiquilla, desahógate…”. Nada, que le habían dicho que está gorda ¡Ella! que es la Carolina de Mónaco de la casa, y traía un disgusto que se iba a morir, no había quien la calmara. Y nosotras por consolarla “pero anda ya, mujer, tú no estás gorda ¿quién te ha dicho esa tontería?”, y ella “la Verónica”, y yo “¿la Verónica? ¿Y esa quién es?” A mí ni me sonaba, y eso que ya conozco a todos los juguetes de la casa, pero la Core me explicó: “es una muñeca recortable.”
Jo. Me quedé planchada, nunca mejor dicho. “Pero Lesly, le dije, como va a opinar de gordura una muñeca que no sabe lo que es la tercera dimensión, cómo le vas a hacer caso”. Me puse furiosa. Es que es mi hermana chica, y una cosa es que hable yo de ella y otra muy distinta que lo hagan los demás y se aprovechen de su inocencia y su falta de picardía y de maldad, eso no, que con mi hermana solo me meto yo, faltaría más, y la Lesly también, que tiene una facilidad para creérselo todo, que es que no tiene idea, que le echa cuentas al primero que llega, ya ves tú, una muñeca recortable… Así que me fui para la caja de los recortables y busqué a la Verónica esa “Tú, le dije, cállate cerebro plano, que serás muy flaca, pero también eres muy ancha, que no tienes ni perfil, qué vas a hablar tú, si sólo se te puede ver por delante, si de espaldas no existes, y ten cuidado la próxima vez que la mamá friegue el suelo, no sea que “alguien” te empuje y caigas cuando todavía esté mojado y después te quedes toda arrugadita y pujada de la humedad, mira, así por lo menos algo de forma tendrías…”
Me puse que parecía yo la madre de la Marisol el día que nos echó la bronca por lo del Skylab, igualita, y para colmo, con el estilismo de indio sioux que ya te comenté tenía una pinta de gamberra que la Verónica se lo creyó todo y me miraba con cara de terror, es tan ingenua como la Lesly, a la que al final pidió perdón y siguieron jugando las dos, que parece que en realidad son muy amigas pero de esas que siempre se pelean y luego no pueden pasar la una sin la otra, y hoy le tocó a la Verónica pero otras veces es la Lesly la que le chincha, que si no es Juana es su hermana, tú sabes, y así llevan su relación.
No me pienso meter otra vez por más que vea llorar a la Lesly, que se defienda ella. Además, que a mí el papel de justiciera no me va, yo soy una señorita con clase, una chica moderna y no el sheriff del lugar.
Y luego los muñecos seguimos hablando de este tema y la Piti y Mini, que hoy estaba en su versión Piti, o sea, niña, no en la de bebé Mini, dijo que lo de la gordura es muy relativo, porque a ella, con el mismo cuerpo, le cambias solo los bracitos y las piernecitas y se ve más estilizada o más gordita, según sean los de niña o los de bebé. Y todos nos quedamos sin saber muy bien qué responder, porque el suyo es un caso único y siempre nos causa una sensación extraña, que conste que no es por discriminar, eh? pero es que es una muñequita rara, porque tiene un solo cuerpo pero dos de todo lo demás, y a veces es un bebé y a veces una niña, que no sabes si es una o son dos es muy…, como te diría yo, desconcertante.
Y la Eva hoy no ha querido ni salir a jugar con la Elena, todo el día leyendo tebeos sin parar. A ver si los termina ya y seguimos jugando.




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