Querido diario:
¡Lo
logré! ¡Por fin soy libre! ¡Por fin salí del armario!
Estoy
tan feliz que no tengo palabras, ha sido como un milagro, y tan inesperado,
cuando ya creí que todo estaba perdido.
Te
cuento, te cuento como ha sido todo:
Pues
resulta que la familia terminó la siesta y todo volvió a la normalidad: la mamá
a la cocina, el papá a prepararse para volver al trabajo, la Maribel a sus
libros, y la Eva a llorar al pie de la cama, con la Carmencita al lado. El papá
y la Maribel se pusieron de acuerdo y, apoyándose y dándose ánimos el uno al
otro, partieron a la cocina a rogar de nuevo por mi liberación, momento en que
la Eva dejó de llorar y se puso a escuchar junto a la puerta, con el corazón
encogido y rezando para que la mamá cediera, y yo igual que ella, que hasta
aquí los escuchaba hablar a los tres.
El
papá y la Maribel: que si anda, por favor, que si no seas así, que la chiquilla
sacó muy buenas notas, que si ya es más grande y es cuidadosa y no la va a
romper, que si mírala como llora, el sofocón que está pasando, que si no te da
pena,…
Y
la mamá que no, que es una muñeca cara y muy bonita y hay que conservarla y se
queda guardada, que en cuanto la saque le va a manchar el vestido y la va a
despeinar y que no, que juegue con las otras que tiene, que esa no es para
jugar, y que no, y que no y que no, y de ahí no había quien la sacara.
Hubiera
sido más fácil derribar la Gran Muralla China a chancletazos que convencer a
esta mujer. Así de dura ella y así de mal estaba la cosa. Y el papá y la
Maribel ya se iban cansando y dejando de insistir y yo me iba deprimiendo y
hundiendo en la oscuridad del negro futuro que me aguardaba y la Eva empezaba a
hipar de nuevo… cuando, de pronto, sonó el timbre de la puerta.
La
Maribel fue a abrir y, allí parada, estaba la Elena, que es la compañera de
colegio y mejor amiga, amiguísima, de la Eva, y le mostraba muy sonriente a la
Maribel ¡la Nancy que le habían regalado sus padres por sus buenas notas!
El
tiempo se detuvo, el mundo se paró, la Eva y la Carmencita que habían acudido
cuando sonó el timbre parecían dos estatuas, la Maribel aún con la mano en el
pomo de la puerta abierta de la calle, el papá y la mamá en la puerta de la
cocina, y todos patitiesos mirando sin pestañear a la Elena, que empezaba a
sentirse un poquito incómoda ante esta extraña situación.
Y
de pronto, fue como una explosión, como que tuvieran telepatía y se hubieran
dicho unos a otros: “¡ahora o nunca, al ataque!”. La Eva empezó a llorar a
grito pelado diciendo que ella también quería su Nancy, su Nancy, su Naaaaaaancyyyyyyy,
y la Carmencita fue detrás sin pensárselo dos veces, los mismos gritos y llantos,
y la Maribel y el papá “¿Lo ves? ¿Lo ves? la Elena también tiene una Nancy y su
madre se la deja, no como tú, y sin tanto drama, ya está bien, dale su Nancy,
que tenga su muñeca como su amiga, es que de verdad, nosotros siempre tenemos
que ser los peores, no podemos ser como los demás, que eres muy antigua, que
eso de guardar las muñecas ya no se lleva” pero todo esto a gritos, porque con
los berridos de las niñas no se oían y no podían hablar normal, y con la puerta
de la calle abierta, que hasta salió una vecina del rellano a ver qué pasaba.
No
veas la que se armó.
Y
a todo esto, la pobre de la Elena allí parada en mitad de este griterío, con su
Nancy en brazos, mirando para todos lados sin entender nada y decidiendo si se
metía a llorar o a gritar también. Ella que solo venía a enseñarle su Nancy a
su amiga y a preguntarle si quería jugar un ratito.
Y
con esa velocidad que solo puede desarrollar una madre cuando se trata de
evitar un chisme en el vecindario, la mamá secándose las manos en el paño de
cocina, metió a la Elena en el piso, cerró la puerta de la calle, voló hasta el
cuarto, me sacó del armario y me puso en las manos de la Eva mientras decía: “Toma,
aquí tienes la dichosa muñeca y callaros todos ya, que me tenéis harta. Y tú –le
dijo a la Maribel- sácale la muñeca de la caja y vienes, -y mirando al papá
también- que quiero hablar con vosotros”.
Y
la paz y el silencio volvieron a reinar en el hogar.
La
Maribel, que es muy habilidosa, me sacó de la caja en el sofá, con mucho cuidado,
mientras las tres niñas alrededor de ella miraban con expectación y después, la
Eva y la Elena se enseñaron sus respectivas muñecas. La de la Elena es una
Nancy pelirroja y trae el modelito Liceo, que me encanta, aunque es muy
diferente al mío, somos dos estilos totalmente distintos, el mío es más
bohemio, más a lo “paz y amor”, un poquito hippie y el de ella es más
Las-Grecas-te-estoy-amando-locamente, más discotequero ¡qué bueno! Estoy segura
de que nos los vamos a cambiar, ya estoy pensando que me va a quedar ideal, ¡lo
guapa que voy a estar y lo bien que lo vamos a pasar las dos juntas!
Claro
que después, no veas la que le ha caído al papá y a la Maribel en la cocina:
que qué tienen ellos que ponerse a gritar delante de la Elena, que luego se va
a su casa y lo cuenta todo, que tenemos que andar siempre dando tres cuartos al
pregonero, que todos se tienen que enterar de lo que pasa en nuestra casa y una
no se entera nunca de lo que pasa en la casa de los demás, a ver si aprendemos,
que siempre nos tenemos que retratar, que si esta es una casa de locos no tiene
por qué saberlo nadie… Y así hasta que se cansó, que yo la oía, a la mamá, a
los otros no, los otros no chistaron ni una vez.
Entre
tú y yo y no se lo digas a nadie, lo que pasa es que parece que la familia de
la Elena es perfecta y la nuestra pues no lo es tanto, y eso la mamá lo lleva
bastante mal y por eso no quiere que se enteren ni nadie sepa cuando ocurren
estas pequeñas trifulcas sin importancia. Y digo la nuestra porque ya es mi
familia y ya soy una más y miembro de pleno derecho de ella. Así que eso, “nuestra”.
Así
que estoy feliz, la Eva, la Elena y la Carmencita, felices, nos hemos pasado
toda la tarde jugando, el papá y la Maribel se llevaron la peor parte, pero
cuando salieron de la cocina se guiñaban el ojo y se les veía contentos. Y por
la noche cuando llegó el papá nos invitó a todas al Bar Hermanos Campos, que
tiene una terraza muy grande y es donde se junta todo el vecindario por la noche
a tomar un refresquito y aliviarse el calor del día. La Eva me quiso llevar,
pero la mamá se negó diciendo que ni más faltaba que me manchase ya el vestido y
llegase a la casa oliendo a calamares fritos.
Fue
su pequeña venganza sin importancia.
Ahora
nada puede empañar mi felicidad. Tiempo tendré de conocer mundo.
Y
la Elena, pues me cae muy bien, un encanto de chiquilla, ya la quiero como a
una hermana, ¡qué capacidad de aparecerse como caída del cielo, de verdad! ¡sentido
de la oportunidad más grande es que no se puede tener!
Me encanta el relato de esta Nancy. Qué épocas y cuánto ha vivido desde entonces. Estoy deseando saber la trayectoria de su vida.
ResponderEliminarComo era su historia
EliminarMe gusta mucho tu diario ahora a disfrutar de la vidad
ResponderEliminarGracias, Rafaelita, me alegro mucho de que te guste.
EliminarMe gusta el diario de nanrecuerdos a la elenacy
ResponderEliminarLa Elena fue una bendición de Dios para que la dejara salí a la Nancy de su caja y la Elena fue un ángel para que eva disfrutara de su Nancy y jugara con Elena y sus Nancy llego un ángel aquella casa
ResponderEliminarSí, la Elena es una gran amiga!
EliminarMe gustaría ser amiga de Elena
EliminarMe gustaría ser amiga de Elena
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