martes, 1 de noviembre de 2016

Diario de una Nancy de los 70










Querido diario:
¡Lo logré! ¡Por fin soy libre! ¡Por fin salí del armario!
Estoy tan feliz que no tengo palabras, ha sido como un milagro, y tan inesperado, cuando ya creí que todo estaba perdido.
Te cuento, te cuento como ha sido todo:
Pues resulta que la familia terminó la siesta y todo volvió a la normalidad: la mamá a la cocina, el papá a prepararse para volver al trabajo, la Maribel a sus libros, y la Eva a llorar al pie de la cama, con la Carmencita al lado. El papá y la Maribel se pusieron de acuerdo y, apoyándose y dándose ánimos el uno al otro, partieron a la cocina a rogar de nuevo por mi liberación, momento en que la Eva dejó de llorar y se puso a escuchar junto a la puerta, con el corazón encogido y rezando para que la mamá cediera, y yo igual que ella, que hasta aquí los escuchaba hablar a los tres.
El papá y la Maribel: que si anda, por favor, que si no seas así, que la chiquilla sacó muy buenas notas, que si ya es más grande y es cuidadosa y no la va a romper, que si mírala como llora, el sofocón que está pasando, que si no te da pena,…
Y la mamá que no, que es una muñeca cara y muy bonita y hay que conservarla y se queda guardada, que en cuanto la saque le va a manchar el vestido y la va a despeinar y que no, que juegue con las otras que tiene, que esa no es para jugar, y que no, y que no y que no, y de ahí no había quien la sacara.
Hubiera sido más fácil derribar la Gran Muralla China a chancletazos que convencer a esta mujer. Así de dura ella y así de mal estaba la cosa. Y el papá y la Maribel ya se iban cansando y dejando de insistir y yo me iba deprimiendo y hundiendo en la oscuridad del negro futuro que me aguardaba y la Eva empezaba a hipar de nuevo… cuando, de pronto, sonó el timbre de la puerta.

         La Maribel fue a abrir y, allí parada, estaba la Elena, que es la compañera de colegio y mejor amiga, amiguísima, de la Eva, y le mostraba muy sonriente a la Maribel ¡la Nancy que le habían regalado sus padres por sus buenas notas!
         El tiempo se detuvo, el mundo se paró, la Eva y la Carmencita que habían acudido cuando sonó el timbre parecían dos estatuas, la Maribel aún con la mano en el pomo de la puerta abierta de la calle, el papá y la mamá en la puerta de la cocina, y todos patitiesos mirando sin pestañear a la Elena, que empezaba a sentirse un poquito incómoda ante esta extraña situación.
Y de pronto, fue como una explosión, como que tuvieran telepatía y se hubieran dicho unos a otros: “¡ahora o nunca, al ataque!”. La Eva empezó a llorar a grito pelado diciendo que ella también quería su Nancy, su Nancy, su Naaaaaaancyyyyyyy, y la Carmencita fue detrás sin pensárselo dos veces, los mismos gritos y llantos, y la Maribel y el papá “¿Lo ves? ¿Lo ves? la Elena también tiene una Nancy y su madre se la deja, no como tú, y sin tanto drama, ya está bien, dale su Nancy, que tenga su muñeca como su amiga, es que de verdad, nosotros siempre tenemos que ser los peores, no podemos ser como los demás, que eres muy antigua, que eso de guardar las muñecas ya no se lleva” pero todo esto a gritos, porque con los berridos de las niñas no se oían y no podían hablar normal, y con la puerta de la calle abierta, que hasta salió una vecina del rellano a ver qué pasaba.
         No veas la que se armó.
Y a todo esto, la pobre de la Elena allí parada en mitad de este griterío, con su Nancy en brazos, mirando para todos lados sin entender nada y decidiendo si se metía a llorar o a gritar también. Ella que solo venía a enseñarle su Nancy a su amiga y a preguntarle si quería jugar un ratito.
Y con esa velocidad que solo puede desarrollar una madre cuando se trata de evitar un chisme en el vecindario, la mamá secándose las manos en el paño de cocina, metió a la Elena en el piso, cerró la puerta de la calle, voló hasta el cuarto, me sacó del armario y me puso en las manos de la Eva mientras decía: “Toma, aquí tienes la dichosa muñeca y callaros todos ya, que me tenéis harta. Y tú –le dijo a la Maribel- sácale la muñeca de la caja y vienes, -y mirando al papá también- que quiero hablar con vosotros”.
Y la paz y el silencio volvieron a reinar en el hogar.
La Maribel, que es muy habilidosa, me sacó de la caja en el sofá, con mucho cuidado, mientras las tres niñas alrededor de ella miraban con expectación y después, la Eva y la Elena se enseñaron sus respectivas muñecas. La de la Elena es una Nancy pelirroja y trae el modelito Liceo, que me encanta, aunque es muy diferente al mío, somos dos estilos totalmente distintos, el mío es más bohemio, más a lo “paz y amor”, un poquito hippie y el de ella es más Las-Grecas-te-estoy-amando-locamente, más discotequero ¡qué bueno! Estoy segura de que nos los vamos a cambiar, ya estoy pensando que me va a quedar ideal, ¡lo guapa que voy a estar y lo bien que lo vamos a pasar las dos juntas!
Claro que después, no veas la que le ha caído al papá y a la Maribel en la cocina: que qué tienen ellos que ponerse a gritar delante de la Elena, que luego se va a su casa y lo cuenta todo, que tenemos que andar siempre dando tres cuartos al pregonero, que todos se tienen que enterar de lo que pasa en nuestra casa y una no se entera nunca de lo que pasa en la casa de los demás, a ver si aprendemos, que siempre nos tenemos que retratar, que si esta es una casa de locos no tiene por qué saberlo nadie… Y así hasta que se cansó, que yo la oía, a la mamá, a los otros no, los otros no chistaron ni una vez.
Entre tú y yo y no se lo digas a nadie, lo que pasa es que parece que la familia de la Elena es perfecta y la nuestra pues no lo es tanto, y eso la mamá lo lleva bastante mal y por eso no quiere que se enteren ni nadie sepa cuando ocurren estas pequeñas trifulcas sin importancia. Y digo la nuestra porque ya es mi familia y ya soy una más y miembro de pleno derecho de ella. Así que eso, “nuestra”.
Así que estoy feliz, la Eva, la Elena y la Carmencita, felices, nos hemos pasado toda la tarde jugando, el papá y la Maribel se llevaron la peor parte, pero cuando salieron de la cocina se guiñaban el ojo y se les veía contentos. Y por la noche cuando llegó el papá nos invitó a todas al Bar Hermanos Campos, que tiene una terraza muy grande y es donde se junta todo el vecindario por la noche a tomar un refresquito y aliviarse el calor del día. La Eva me quiso llevar, pero la mamá se negó diciendo que ni más faltaba que me manchase ya el vestido y llegase a la casa oliendo a calamares fritos.
Fue su pequeña venganza sin importancia.
Ahora nada puede empañar mi felicidad. Tiempo tendré de conocer mundo.
Y la Elena, pues me cae muy bien, un encanto de chiquilla, ya la quiero como a una hermana, ¡qué capacidad de aparecerse como caída del cielo, de verdad! ¡sentido de la oportunidad más grande es que no se puede tener!

9 comentarios:

  1. Me encanta el relato de esta Nancy. Qué épocas y cuánto ha vivido desde entonces. Estoy deseando saber la trayectoria de su vida.

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  2. Me gusta mucho tu diario ahora a disfrutar de la vidad

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  3. Me gusta el diario de nanrecuerdos a la elenacy

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  4. La Elena fue una bendición de Dios para que la dejara salí a la Nancy de su caja y la Elena fue un ángel para que eva disfrutara de su Nancy y jugara con Elena y sus Nancy llego un ángel aquella casa

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  5. Me gustaría ser amiga de Elena

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