Querido
diario:
Aquí estoy de nuevo, contándote
mi día, tan bueno como el de ayer, si eso es posible, aunque empezó regular,
todo hay que decirlo, porque en el desayuno la Carmencita se derramó encima el
vaso de leche con Nesquick y se armó la marimorena, y todo porque quiso
quitarle una galleta María a la Eva, que se estaban peleando las dos por ella,
yo no sé por qué, porque había más, pero así son ellas, y en el forcejeo y el
tira y afloja, el vaso salió por los aires, pero que voló de verdad, te lo juro,
que se lo echó encima y la leche acabó en su pijama y el vaso hecho trizas por
el suelo de la cocina. No veas qué guarrada, todo lleno de cristales y leche
con chocolate y galletas migadas, (menos mal, pero menos mal, que la Eva me
había dejado encima de la lavadora, bien lejos de ellas y no me salpicó una
gota, me entran sudores nada más pensar que se me hubiera manchado mi lindo
vestido de bambula). Y la mamá se enfadó, lógico, y decía que eso no eran dos
niñas, que eran dos salvajes y que la iban a matar a disgustos, que ya desde
por la mañana dando guerra, que qué ganitas tenía de que empezara de nuevo el
colegio “pa” perderlas de vista siquiera por unas horas, y que qué habría hecho
ella para merecer esto…, en fin, lo normal, lo que se suele decir en estos
casos, luego repartió un par de tortazos y ahí todas se quedaron más
tranquilas, que nos fuimos a la modista la mar de relajaditas, no sin que antes
la mamá les hubiera dado estrictas instrucciones de que no comentaran el
incidente de la galleta delante de la modista ni de la mamá de la Elena, porque
parece ser que en casa de la Elena nunca se derrama ni se rompe nada, todo está
impecable siempre, ni las niñas se pelean jamás de los jamases y la mamá no
tiene necesidad de enfadarse y por eso no se despeina nunca, que va siempre como
recién salida de la peluquería, y nunca gritan ni dan una voz más alta que
otra, no como nosotras, y dijo que como a alguna se le escapara algo se iba a
quedar sin vestido y sin feria, y en el caso concreto de la Eva la amenazó con
volverme a guardar en el armario, esta vez para siempre ¡A mí! ¡Que qué culpa
tengo yo de lo que pasó! A mí por qué me mete si yo no como galletas, bueno, ni
galletas ni ninguna otra cosa, que soy una muñeca, pero eso, que yo no hice
nada. Me entraron escalofríos solo de pensarlo y recé intensamente para que eso
no pasara.
Y por fin, llegamos a casa de la
modista ¡Sí, a la modista!
A
encontrarnos con esa mágica mujer, esa artista del corte y confección y la ropa
a la medida que viste a medio barrio con sus maravillosas creaciones, porque
ella es la mejor y su fama se extiende por media ciudad, que hasta tiene
clientas entre la “gente bien” (esto no tengo muy claro lo que es, pero la mamá
de la Eva cuando lo dice pone voz como de “estoy nombrando a los dioses”. Parece
que son otra especie de humanos que viven en la tierra, cerca pero al mismo
tiempo en una dimensión inaccesible y prohibida para nosotras que nunca
conoceremos ni de lejos, y son más y mejores en todo y tienen más y mejor de
todo. Algo así, creo yo).
La
modista se llama Angelita y es bajita y gordita, y tiene unos ojos redondos,
azules y claros, y cara y sonrisa de ángel, de verdad, que no te miento, que le
hace honor a su nombre. Nada más abrir la puerta del piso la Eva y la Elena, que
nos encontramos con ellas en el portal, se le tiraron encima y no la dejaron ni
saludar a la pobre mujer “¿Angelita tienes telas? ¿Nos has guardado telas?”.
Las mamás las reprendieron por maleducadas pero Angelita, con una gran sonrisa,
les dijo que sí, que les tenía una bolsa a cada una. “¿Dónde, dónde? A verlas,
¿podemos verlas?” pero las mamás dijeron que no, que después de que se tomaran
las medidas de la ropa que si no iban a estar muy distraídas. Y nos fuimos
todas al cuarto de costura, un lugar mágico y misterioso llenísimo de telas de
todo tipo, hilos de colores, patrones, revistas Burda y otras cosas por el
estilo. También había una mesa muy grande, y la máquina de coser y una sillita
de anea no muy alta, porque Angelita dice que son las mejores y más cómodas
sillas para coser y en una de esas aprendió ella desde que empezó a ir al corte
en su pueblo, cuando tenía once años, y en ella se sienta cuando tiene que
coser algo a mano. Ella tiene las cosas muy claras y un grandísimo dominio de
su oficio. Qué profesional que es.
Después
las mamás empezaron a mostrarle las telas y a conversar cómo querían que fueran
los vestidos. Angelita hacía sugerencias que, en su mayoría, eran aceptadas por
unanimidad, y cada vez estaban todas más contentas porque los vestidos iban a
quedar preciosos y ya se veían luciéndolos y paseando por la feria con ellos
puestos. Sólo hubo un pequeño momento de tensión cuando la Eva, en un último y
heroico intento por salirse con la suya, pidió que por favor su vestido se lo
hiciera largo hasta los pies, y con mucho vuelo, como en las películas de Sissi
Emperatriz y los dibujos de sus cuentos de hadas, que también salían princesas
con vestidos de flores como el suyo, pero largos, y eran muy bonitos, y que por
favor, por favor, si podía ser. La Maribel se reía por lo bajo y le decía a
Angelita que sí, y que si no tenía un miriñaque para prestárselo, que con eso
sí que iba a estar bonita, y la mamá hacía como la que las ignoraba mientras
apretaba la boca y les lanzaba miradas furibundas a las dos, pero muy
furibundas, de esas que te paralizan y te convierten en piedra y te congelan el
corazón para siempre si tienes la desgracia de mirarla tú también a los ojos y
yo, que ya me veía de nuevo en el armario, me puse a rezar con toda mi alma de
muñeca que quiere ser libre y vivir una vida feliz.
Afortunadamente,
la angelical Angelita, que es muy sabia, armada con su metro costurero empezó a
tomarle las medidas a la Eva: pecho, espalda, brazos, largo hasta la cintura… y
entre tanto, con voz dulce y cariñosa, le iba diciendo que no había tela para
ese largo, y que además, esos vestidos ya no se llevan, que Sissi fue hace cien
años y las princesas de los cuentos más todavía, y que ella es una niña moderna
y seguro que quiere ir vestida a la moda de hoy en día, y que la tela que
sobrara se la iba a guardar, para que me haga a mí un vestidito igual que el
suyo y vayamos las dos vestidas iguales, (esto último me hizo mucha ilusión). Y
en el mismo momento en que Angelita empezó a medir, la Eva, mágicamente, cayó
en una especie de trance, que se quedó como traspuesta, y se le cerraban los
ojillos y decía a todo que sí, y es que resulta que con el metro, a ella le dan
unas cosquillitas suaves y relajantes que la dejan fuera de juego, y Angelita
lo sabe, y así fue que la conformó y la dejó calladita, pero que ya no rechistó
más. Es que de verdad, Angelita tiene mucha psicología. Qué grande es.
Y
después, nos fuimos a jugar a la terraza de la Elena, donde las dos disfrutaron
viendo los retales que les había dado Angelita, muy bien repartiditos, más o
menos los mismos a cada una, para que no se peleen, qué buena gente ella. Ha
sido el momento más emocionante del día, cuando ellas iban sacando cada una de
su bolsa trocitos de tela y mostrándose la una a la otra, maravilladas “mira
éste, qué bonito, es de rayitas blancas y azules, para un baby, y mira, este de
brillo para un vestido de fiesta, y este trozo de tira bordada, qué lindo…”, y
nos las iban poniendo por encima a las muñecas, para ver cómo quedarán. Estoy
feliz nada más de pensar los vestidos tan lindos que me hará la Eva, por
cierto, que había una telita de cuadritos blancos y negros igual a la del
modelito Gastby, uno de mis favoritos, es que ya me lo veo puesto, qué linda
voy a estar.
Y
la Carmencita y la Mariluz también jugaban en la terraza, pero aparte, con sus
muñecas recortables. Ellas no son muy de telas, son pequeñas todavía, creo que
aún no son conscientes de que existe la tercera dimensión.
Por
cierto, la Elena tampoco consiguió que su mamá le comprara la tela de
lentejuelas morada, ni siquiera la plateada, y no te digo ya la estola de
plumas, no hubo forma, y se quedó con una tela estampadita también de flores,
aunque diferente a la de la Eva, pero igual flores. Yo encuentro que estas
madres no arriesgan mucho, son un poco conservadoras en el vestir, bueno, y en
todo lo demás también. Y así acabó todo y nadie supo nada de la galleta ni de
desayunos caóticos, y yo sigo siendo libre como el sol cada mañana yo soy
libre. Menos mal.
Me gusta mucho esta historia todos los hermanos se pelea por una tonteria yo también me he peleado con mis hermanos por tonteria
ResponderEliminarSí, es típico eso de pelearse por nada. Qué bien que te gustó y gracias por tu comentario
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